lunes, 13 de mayo de 2013

El pantano de las mariposas


En menos de un mes  (el 4 de junio) estará a la venta en las librerías de España El Pantano de las Mariposas, mi nueva novela.  A la ansiedad lógica de la publicación se le suma la incertidumbre ante una novela diferente a lo que he escrito hasta ahora. No tiene casi nada de terror (sorry, Koontz lovers), y si bien la etiqueta de suspense le queda bastante bien, a mí personalmente me costaba encontrar un género que la definiera. Entonces mi editora (que de esto sabe un poco) me dijo: “Es una novela de crecimiento y suspense, con incursiones en lo fabuloso”. ¡Wow! Novela de “crecimiento”; nunca había escuchado esa categorización antes, y sin embargo era la palabra perfecta.

En El Pantano de las Mariposas he intentado recrear esa atmosfera tan característica de las películas de los 80, como Cuenta Conmigo, Los Goonies, E.T., y tantas otras. Lo hago a través de las vivencias de unos niños de doce años que, como dice el texto de contraportada: “…se preparan para lo que suponen será un verano grandioso: excursiones por el bosque, largos paseos en bicicleta y la postergada construcción de la casa del árbol”. Y este es el alma de la novela. Las aventuras que vivencian ese verano de 1985 no son algo secundario, claro que no, pero por sobre todas las cosas ésta es una historia de niños que dejan de ser niños.


Del final mejor no adelantar nada, por supuesto, sólo decir que creo que es el mejor y el más sorprendente de los que he escrito hasta ahora (y me temo que también de unos cuantos de los que vendrán).

Aquí la sinopsis de la novela:

Las desapariciones de personas en confusos episodios se suceden año tras año en Carnival Falls. Pero donde algunos ven tragedias sin conexión, otros aseguran que existe un patrón común, y que detrás de ellas hay algo más oscuro que simples accidentes.

En 1985, Sam y Billy tienen doce años y se preparan para lo que suponen será un verano grandioso: excursiones por el bosque, largos paseos en bicicleta y la postergada construcción de la casa del árbol. Sin embargo, la llegada a la ciudad de una niña de clase alta llamada Miranda, cuya belleza no les dejará indiferentes, lo trastocará todo. Juntos transitarán ese intrincado paso de la niñez a la adolescencia, un camino de aprendizaje y revelaciones, y se embarcarán, casi sin proponérselo, en una aventura que podría llevarlos a conocer la verdad detrás de las desapariciones.
«Un pacto de amistad los guiará en un verano imborrable, un tiempo de metamorfosis que marcará el inicio de muchas cosas, y también el final de su infancia

Novela de crecimiento y suspense con sugerentes incursiones en lo fabuloso, El Pantano de las Mariposas sumerge al lector en una rara fascinación para conducirlo con hábil pulso hasta un sorprendente final.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Benjamin disponible en Amazon


Benjamin lleva más de dos años desde que se publicó en España, y lo cierto es que no se consigue con facilidad, sólo por encargo. También hay muchos lectores de latinoamerica que me han pedido por una edición digital. Después de pensarlo un poco, he decidido subirla a Amazon.

Soy de los que piensa que los lectores digitales convivirán con el papel (ok, no es un razonamiento demasiado lúcido. De hecho ya están conviviendo) pero qué, a diferencia de lo que sucede en la industria de la música, esa convivencia será mucho más nivelada y pacífica. No quiero extenderme demasiado en el asunto, pero el concepto de base es que un e-book y un libro NO SON la misma cosa. Un archivo musical, proveniente de un CD, un sitio de descargas legal o uno pirata, básicamente lo es. Parece algo tonto, pero también podría parecerle a alguien tonto gastar diez mil dólares en un reloj Rolex cuando por treinta conseguiríamos uno que nos proporcione la hora sin problemas.
Yo tengo un Kindle desde hace un par de años y me ha servido muchísimo para acceder a libros que no consigo en papel, también para leer manuscritos de colegas..., realmente ha sido muy positiva su compra.
Pero a los autores que me gustan los compro en papel, y no sólo por la experiencia de la lectura (que parecería la parte obvia del asunto), sino porque tenerlos en mi biblioteca es tenerlos conmigo siempre. Me gusta pasar y leer algún pasaje. Me gustan las dedicatorias de los escritores que admiro y de los que luchan conmigo (que también admiro). Me gusta cómo huelen. Me gusta quedarme mirando los lomos de los libros de Stephen King que leí en mi adolescencia, cuando ni siquiera imaginaba que yo podría escribir mis propios libros. Cada libro es una parte de mí.


Sin más dilación, el link...

Descarga en AMAZON aquí

martes, 21 de agosto de 2012

The Stand de Stephen King – Edición Limitada

O cómo llegué a la puerta del coleccionismo, dudé…, y me largué.



Las fotografías corresponden a la única edición limitada y firmada que tengo en mi biblioteca. Se editó en 1990 y existen 52 copias numeradas en letras romanas, y 1250 numeradas tradicionalmente. La mía es la 590. La caja de madera que la contiene, la tapa de cuero y los laterales de las hojas dorados le otorgan un toque de distinción que no tienen otras ediciones limitadas, incluso más caras. Es considerada por coleccionistas y entendidos como una de las más bonitas y valoradas (de hecho, suelen referirse a ella como “La biblia”). El hecho de que se trate de The Stand (Apocalipsis), una de las novelas más aclamadas de Stephen King, ayuda a enaltecer a esta gran edición.

¿Cómo alguien totalmente renuente a coleccionar cosas terminó con semejante libro? He aquí la historia:

Dos pasiones muy grandes me han llevado al umbral de convertirme en coleccionista. Unos 250 discos de U2 y todos los títulos de Stephen King, varios de ellos en español e inglés, le harían suponer a algún desprevenido que eso es precisamente lo que soy. Y sin embargo cualquier coleccionista, o quién ha conocido a uno, sabe que la cantidad no es ni remotamente una condición fundamental para ser parte de esa casta tan particular. Mi argumentación filosófica para no haber subido a este peculiar tren, es que tanto la música de U2 como las historias de King son precisamente el nexo entre ellos y yo, y el envase debería —debe— ser absolutamente irrelevante. Pero la realidad es que soy desordenado, impaciente, detesto venerar lo material —especialmente libros— y no siento esa curiosidad inexplicable de acumular objetos por razones que van más allá de su utilidad.

He conocido a varios coleccionistas. De uno de ellos, Ariel Bosi, soy amigo desde hace muchos años. ¡Más de diez! Ariel posee una de las colecciones más impresionantes de libros de Stephen King, y he visto la dedicación con la que se ocupa de rastrear cada posible adquisición, intercambiarlas, negociarlas. Porque el verdadero coleccionista no es aquel que dilapida una fortuna comprando el primer libro que encuentra en internet. El verdadero coleccionista es paciente… muy paciente. Ariel me dice siempre que mi edición de The Stand un día estará en su biblioteca, y es muy probable que así suceda.

Nuestras posturas contrapuestas acerca del coleccionismo han salido a relucir en varias ocasiones. Varios años atrás le comenté que quizás me gustaría tener UN solo libro valioso, algo simbólico. Él me decía que una vez que yo empezara, terminaría convirtiéndome en coleccionista, que todo sería cuestión de dar el puntapié inicial. Y la cuestión se convirtió en una especie de código interno entre nosotros.

Así fue como en 2006, Ariel me habló de un norteamericano que tenía intenciones de vender su ejemplar de The Stand. Era una buena oportunidad y a un buen precio. Esta “biblia” es un libro que no se conseguía fácilmente, y que además podía ser considerado una inversión. Podía permitírmelo y, quizás en parte para probarle a Ariel que sí era posible tener un solo libro y detenerse, lo compré.

Resultó que su anterior dueño a su vez se lo había comprado a otra persona y me envió un correo extenso de cómo lo había conseguido y algunos “accidentes” que había sufrido el libro a lo largo de su historia. Esa crónica lo hace, a mis ojos, todavía más especial.

Pocas semanas después de haberlo comprado, sufrí un robo en el apartamento en el que vivía en ese momento. Me faltó dinero, algunos artículos electrónicos, sin embargo el libro sobrevivió, y así se escribió una anécdota más en la historia de la copia 590.

Desde entonces, el ejemplar de The Stand sigue siendo el único libro limitado y firmado de mi biblioteca. He conseguido salir ileso de las garras del coleccionismo. Al menos por ahora.


jueves, 24 de febrero de 2011

Cómo escribir la primera novela V: El principio.

Bueno, el episodio V será en realidad el primero. Con tanta precuela cinematográfica dando vueltas no le veo problema. Además, para mayor claridad, voy a cambiar el título de estas entradas a “Como escribir la primera novela”; espero ese “primera” arroje un poco más de luz sobre el espíritu de estas entradas, que intentaré explicar ahora. Tarde pero seguro.

Fiel a mi manía de empezar las explicaciones de atrás para adelante, voy a los ejemplos. Hasta ahora he hablado del tiempo del escritor y de la importancia de una rutina de trabajo; y sin embargo hay autores consagrados que deben escribir parte de sus obras en cuartos de hotel, aviones y restaurantes. Me pregunto dónde quedará la rutina para ellos. También hablé de la repetición de nombres, y allí lo tenemos al señor García Márquez, que hace de la repetición de nombres un alarde casi obsceno en su magnífica Cien años de soledad —posiblemente una de las mejores novelas jamás escritas—.

Casi nada de lo que se dirá (y se ha dicho) en estas entradas tendrá sentido para analizar la obra de escritores que conocen el oficio. No podría de ninguna manera hablarles a ellos. La premisa fundamental es que, como autor, todos nos movemos en una curva de aprendizaje que es notablemente pronunciada durante los primeros años —sí, años—. Y como a nadie se le ocurriría intentar cruzar el canal de la mancha a nado sin antes recorrer unos largos en la piscina, es que conviene tomar algunas precauciones a la hora de empezar. Y no se trata necesariamente de la longitud de tus escritos (aunque también es bueno empezar con textos breves), sino de los riesgos que corres. Los bodrios literarios, no sé bien por qué, son peores que el resto de los bodrios artísticos; no hay movimiento artístico que se apiade de un texto horrible, rebosante de adjetivos y frases pomposas y pretensiosas.

Ya lo dijo el gran King en su Mientras escribo: todo lo que toca hablar ahora será dentro de las cuatro paredes de tu estudio. No existen otros autores —menos esos que venden millonadas de libros—, ni los agentes literarios, ni la prensa, ni los lectores (aunque uno o dos dejaremos entrar en su momento). Estamos sólo tú y yo. Compartimos el gusto por escribir y el deseo de hacerlo decentemente. Nada más.

Ya llegará el momento de abrir la puerta. Por ahora seguirá cerrada.
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miércoles, 16 de febrero de 2011

Cómo escribir la primera novela IV: La simplicidad ante todo

Hoy quiero hablar de cómo en literatura una imagen puede no valer más que mil palabras, y para eso había seleccionado una frase—nada menos que la primera— de una novela publicada, que ejemplificaba maravillosamente cómo una frase adornada como un árbol de navidad puede hacernos doler la vista. Porque un ejemplo sí vale más que mil palabras. Pero después de transcribir la dichosa frase pensé en su autor, al que no conozco pero que al igual que yo apenas ha publicado su primer libro, y no me pareció correcto, ni siquiera modificándola ligeramente para que una búsqueda en Google no lo pusiera en evidencia.

El ejemplo venía al dedillo, porque la atroz descripción de una noche oscura (de eso trataba) se podía reemplazar perfectamente y de manera mucho más efectiva por un contundente: “Era de noche”. La simplicidad es un fantasma temido cuando empezamos a escribir, porque creemos que pondrá en evidencia nuestras limitaciones como escritores. Pero escribir simple es como decirle a una chica “Te amo”, sin vueltas. Las inseguridades nos conducen a escudarnos en adjetivos rimbombantes, en explicaciones soporíferas y a complicar lo simple. (Esto vale para el escritor novel y para el enamorado).

Escribir simple, con frases cortas y contundentes, es posiblemente el mejor consejo que un novel puede seguir. El lector apreciará un puñado reducido de adjetivos y adverbios bien utilizados, antes que nadar en un mar de ellos y ahogarse. A medida que evolucionemos podremos ir animándonos a abrir el grifo del embellecimiento léxico. Hace un tiempo escribí en una de mis novelas (siguiendo con la temática nocturna): “La noche me aprisionaba en su puño esponjoso”. No será la frase del año, pero yo quedé conforme con lo que quería expresar. Pero hubiera quedado bastante satisfecho con un “Era una noche cerrada” si no hubiera encontrado algo mejor. Simple.

No es mala idea que escribas en un post-it la palabra SIMPLE y lo pegues en tu monitor, para no perderlo de vista cuando escribas.

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jueves, 10 de febrero de 2011

Cómo escribir la primera novela III: La repetición de nombres, de nombres, de nombres…

Cuando se escribe en tercera persona es posible incurrir en la repetición excesiva de algunos personajes, algo que para el lector suele ser particularmente molesto y que delata nuestra inexperiencia como narradores. Una vez compartí con mi amiga y colega Montse de Paz una formula muy simple para detectar este flagelo. Lo que hice fue más o menos lo siguiente: Elegí unas cuantas novelas del mismo autor y conté (el Word lo hizo) la cantidad de veces que aparecía cada protagonista, y la comparé con la cantidad de palabras totales. Me sorprendí al ver que había patrones bastante constantes, y que comparado con algunas novelas (comerciales) en donde había detectado el problema de repetición, en estas últimas el número de incidencia era mucho mayor. No voy a mencionar estos valores aquí porque eran propios de un autor específico, pero tú puedes intentarlo si quieres. La realidad es que la repetición de nombres va más allá de un simple número global —no es lo mismo repetir un nombre cinco veces en la misma página que en el mismo párrafo—, pero en situaciones graves estos análisis globales pueden ser útiles.

Sea cual sea la manera que elijas para detectar este problema, que es más común (y más escurridizo) en los primeros escritos de lo que uno pensaría, no lo subestimes, y siempre es bueno podar un poco el árbol de la repetición. Cuando escribes intenta “economizar” nombres de personajes, como si tuvieras que pagar un canon cada vez que los utilizas. Evita los comentarios innecesarios sobre ellos, procura “agrupar” descripciones que correspondan al mismo personaje en vez de saltar constantemente de uno a otro, aprovecha expresiones del tipo “ambos”, “todos”, pronombres personales, etc.

Y una cosa más: Si tu historia lo permite (casi siempre lo permite, sólo hay que pensar un poco), escribir en primera persona ayuda muchísimo a eludir este problema y muchos otros. Es cierto que la primera persona limita la perspectiva del narrador, pero también es cierto que eso es bueno si no dominas bien los super-poderes del narrador omnisciente (un verdadero boomerang que puede pegarte en la nuca); además, la primera persona casi elimina el problema de repetición de nombres (gracias a las bondades del sujeto tácito en nuestra lengua y el buen uso de pronombres) y tantos otros de los que seguramente me ocuparé después.

En resumen: Si estás empezando en este oficio y tienes que luchar contra todos los monstruos a la vez (entre ellos el Godzilla de las batallas literarias que es el desafío de escribir tu primera novela), aprovecha a la primera persona. Tu prosa será mejor. Si tienes dudas, has la prueba con unas páginas y compara.

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lunes, 7 de febrero de 2011

Cómo escribir la primera novela II: Cantidad de palabras

Dejar de hablar de páginas o folios es saludable, ahora que los ordenadores cuentan las palabras en forma automática y constante. En el WORD es posible activar la opción para que en la esquina inferior izquierda (donde figura el número de página) también aparezca la cantidad de palabras. Una novela media tiene entre 90 mil y 150 mil palabras; es buena idea echarle un vistazo a las novelas de los autores que tenemos como referencia y —Word mediante— examinar la cantidad de palabras.

Lejos de convertirnos en maniáticos contadores de palabras, la importancia de aprender a medir un texto en palabras tiene que ver con el RITMO, ese enemigo silencioso que liquida nuestras historias cuando no es bien manejado. Las experiencia debería permitirnos estimar a priori la cantidad de palabras de un capítulo, un dialogo o determinado pasaje, para que la tensión y el interés del lector no se pierdan.

Recomiendo llevar un archivo de Excel que sirva de control diario del número de palabras escritas. Se trata de un archivo muy simple en el que se vuelca el número total de palabras y por diferencia con el día anterior se calcula la producción actual. En este archivo suelo incluir una columna con el objetivo día por día en base a una producción diaria de mil palabras durante los siete días de la semana. La realidad me demuestra que hay días que escribo dos mil, y a veces hasta tres mil, pero otros no escribo nada. El promedio diario de mil palabras ha demostrado ser eficaz para mí. Cada cual deberá conocer el suyo.

Mil palabras diarias, para una novela de 150 mil, equivalen a cinco meses de trabajo ininterrumpidos; y esto sin considerar correcciones. Pero ya llegará el momento de hablar de cómo revisar.

En resumen: Familiarizarse con el uso de “palabras” como unidad de medida. Elegir un PLAN OBJETIVO, que para los que empiezan y deben compatibilizar la escritura con otras actividades puede ser de cinco días a la semana y 800 palabras por día, e intentar cumplirlo a toda costa. Yo prefiero avanzar en un día malo (aunque sé que más tarde deberé regresar a corregir) y no quedarme estancado. Y por último, llevar un control de productividad en una hoja de cálculo ayuda muchísimo.

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